Si hablamos de personajes místicos, de esos que ya no encontramos hoy en día, Santa Teresa de Jesús (o de Ávila) está en el top de la lista. Conocemos sus famosos éxtasis, sobre todo gracias a las representaciones artísticas; la más famosa, sin lugar a dudas, es el grupo escultórico realizado por Bernini para la Iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma, pero también es famosa por sus escritos (quién no ha recitado alguna vez la famosa estrofa: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero…»). Además de esto, es una de las cuatro mujeres nombradas doctoras de la Iglesia, y se le atribuye algún que otro milagro. Así que con semejante historial, normal que cierto personaje dictatorial tuviera cerquita la reliquia de su mano…

El milagro del que os quiero hablar en este texto es conocido como el «del manantial», o «de la fuente», y supuestamente tuvo lugar entre Alba de Tormes y Salamanca, por lo que aquí va otro relato de mi patria chica (además de daros una idea de una rutita de senderismo para esta primavera).

No está claro si Santa Teresa regresaba de Salamanca o se dirigía a ella, ya estando próxima la noche, junto a dos hermanas de su misma orden. A pesar de las advertencias de que sería una noche complicada para ir de camino, decidieron continuar, y tras recorrer unos kilómetros les sobrevino un aguacero que impedía ver más allá de unos pocos pasos. Las hermanas carmelitas que la acompañaban, tras la poca visibilidad y aquel chaparrón que las estaba empapando, rogaron regresar por el mismo camino y retomar con más calma el viaje al día siguiente, pero la santa se negó, diciéndoles que había que continuar sin temor, pues Dios las protegía. No tardó en recibir esa ayuda de los cielos. A lo lejos apareció una luz indicando el camino, y Santa Teresa, viéndolo como una señal, se dirigió hacia ella. Al llegar, encontró a un hombre joven con una antorcha, y sin que mediara palabra, la lluvia cesó, y con ella se fue aquel salvador, esfumándose también ante sus ojos, tomándolo al momento como una aparición divina. En el mismo lugar donde había estado parado este misterioso personaje, comenzó a brotar agua de un manantial para que las carmelitas pudieran apagar la sed y tomar un descanso antes de continuar, ahora sí, ya sin que el diluvio les impidiera de nuevo perder el camino, agradeciendo y alabando a Dios por la ayuda.

Tiempo después, en aquel emplazamiento se construyó una fuente para impulsar el camino teresiano, y que aquellos peregrinos que hicieran la misma ruta, tuvieran aquel como un lugar referente de reposo en el mismo lugar que la santa. Tras años de dejadez y deterioro, esta historia fue recuperada en el siglo XIX y la fuente restaurada, sucediéndose desde entonces procesiones cada año.

A modo de colofón, este mes de mayo se llevará a cabo un evento especial por el aniversario del nacimiento de la santa con varios actos institucionales, entre los que ya se encuentran la  restauración de la urna de plata y la elaboración en 3D de la reconstrucción de su rostro presentada en el mes de marzo. Y como no, diversas peregrinaciones para ver el sepulcro expuesto durante ese mes. Sin lugar a dudas, una cita única que no me pienso perder.

Bibliografía:

Martín, Raúl: Mitos, leyendas, e historias prodigiosas de la tradición salmantina

www.sepulcrosantateresadejesus.es

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