Cuando era pequeña juro que vi a uno de los Reyes Magos pasar por delante de la puerta de mi habitación, o por lo menos recuerdo ver una capa de pedrería y oro perderse en la oscuridad camino del árbol. Lo siguiente que recuerdo es sentir cómo se esfumaba la magia cuando en el acto del colegio propusieron a mi tío para hacer de Rey Melchor, y siguiendo la moda del momento, no se le ocurrió otra cosa que ponerse las zapatillas estilo Michael Jordan rojas que usaba todos los días, y para más INRI (nunca mejor dicho en este artículo) añadió su mítico «¿Qué “pacha”?». Creo que dije en ese momento: « ¡Ese es mi tío! » y alguien lo intentó negar, pero el desastre ya no lo paraba ni la mejor mentira del mundo. En fin…Sigamos.

La única mención oficial que hay de unos misteriosos visitantes en el portal de Belén denominados ya como magos, es en el Evangelio de San Mateo, concretamente en el capítulo 2, versículos del 1 al 12. En estas breves líneas, San Mateo relata que vienen de oriente, que se reúnen primero con Herodes, quien les invita a volver para contarle de primera mano quién es ese rey de los judíos del que hablan, que lo hacen guiados por una estrella, y además ya se especifica los presentes que le entregan al Niño Jesús, de los cuáles hablaremos más adelante. En este texto del evangelio no se habla de cuántos eran ni se mencionan sus nombres. Hay que esperar a los evangelios apócrifos para obtener nuevas referencias de estos personajes, donde ya se especifican cuántos son y unos establecen los nombres, pero fue en esa iglesia primigenia, más concretamente con la declaración del papa León I, conocido también por haber convencido a Atila de que no entrara en Roma (s. IV – V), cuando se estableció de manera oficial que eran tres, ya que es un número muy significativo para el cristianismo, aunque en algunas de las primeras representaciones de esta Epifanía aparecen hasta cuatro magos. Para las Iglesias siria y armenia, antes de las palabras del pontífice, indicaban en sus escritos que eran doce, reduciéndolo después a la tríada. Este número no solo es mágico e importante para el culto cristiano, sino  también para otras religiones, para el arte, las matemáticas, la filosofía, la alquimia e incluso el tres está presente en nuestro ADN. Tres eran los continentes que se conocían entonces, y tanto esta iconografía como la de la personificación de las tres edades representada en los Reyes Magos, es la interpretación más común en la historia del arte. También fueron tres los regalos que llevaron, los famosos oro, incienso y mirra, y es en el Evangelio árabe de la Infancia (s. V – VI) donde se relaciona a los magos como hijos de reyes y aparece de nuevo el tres, ya que las cantidades que llevaban eran tres libras de cada uno de los presentes, que no varían del texto de San Mateo.

Adoración de los Reyes Magos - Catacumbas de Priscilla

Llegados a este punto hay que preguntarse quiénes eran estos misteriosos hombres, de los cuales sólo se nos cuenta en un principio que venían de territorios de oriente. El término mago puede identificarse también con el de sabio o sacerdote, una persona culta con un conocimiento amplio en temas que atañen a lo divino y a lo humano, así como de la interpretación de las estrellas, de ahí que tras observar noche tras noche los cielos vieran aparecer un misterioso lucero que les acabaría llevando hasta Belén en los que algunos estudiosos han calculado como dos años de viaje, debido al suceso también registrado en la Biblia de la matanza de los inocentes, razón por la que mandó asesinar a todos los varones menores de dos años de edad. La cuestión es que estas figuras han podido tomarse de otras religiones donde el papel de estos sabios era primordial, dado que el cristianismo bebió de tradiciones anteriores asimilándolas y dándoles un nuevo significado, como la celebración del nacimiento de Jesús en pleno invierno del hemisferio norte (las Saturnales romanas), cuando históricamente en esa época del año viajar en estas condiciones climáticas invernales tan duras podría significar la muerte y los propios escritos nos dicen que cuando nació Jesús, «los pastores dormían al raso», por lo que el mes de diciembre quedaría descartado. En el texto apócrifo del Evangelio de la Infancia de Tomás (o Pseudo Tomás) (s. IV – V) especifica que estos magos tenían una vinculación familiar con María y José, tal vez haciendo alusión al linaje de David o con las viejas tribus de Israel con el que se relacionan tanto a María como a José. En el Evangelio Armenio de la Infancia (s.IV), anterior al Evangelio árabe de la Infancia, se identifican estos magos como reyes, concretamente de los persas, de los indios y de los árabes, y ya les ponen un nombre: Melkon, Gaspar y Baltasar, por lo que pasan ya a ser Reyes Magos, con origen y nombres propios. En la Edad Media se acabará de definir su aspecto, estableciendo la famosa diferencia de edad entre ellos, vestimenta, pelo y color de piel, tras lo que se termina de afianzar la iconografía clásica que llega hasta nuestros días.

Hablemos ahora brevemente sobre los regalos. Gracias a la obra Contra Celsum del padre de la Iglesia Orígenes de Alejandría (s.III), tenemos un significado para cada uno. Comenzaré con el que siempre es más llamativo, que es el oro. Entregar este metal de una connotación y riqueza tan elevada haría referencia al reconocimiento de Jesús como rey, o la realeza del niño. El incienso, tan importante en las religiones, tendría una relación con lo divino, por lo tanto, reconocimiento divino de Jesús. Y por último, la mirra, que es siempre la que más sorprende porque pocos saben para que se utiliza, y significaría ni más ni menos la muerte o pasión de Cristo. La resina de mirra se usaba en la preparación de los cuerpos para su embalsamamiento o entierro debido a su agradable olor y su función antiséptica. A día de hoy, excepto el oro que no para de subir, el incienso y la mirra nos debe parecer regalos de menor importancia, pero en aquella época eran artículos de lujo.

Y por último hablemos de la supuesta estrella que guió a los Reyes Magos hasta el portal de Belén (aunque si aceptamos los apócrifos Protoevangelio de Santiago y el de Pseudo Mateo, el nacimiento fue en una cueva o gruta). Tenemos que volver al Evangelio de San Mateo, ya que una vez más, la única mención a la aparición de esta luminaria en el cielo aparece en ese texto:

«…la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo”.

Algunos astrónomos han querido llegar al fondo del asunto apuntando a diferentes teorías. Entre las explicaciones encontramos la de que pudo ser un cometa, un bólido, una conjunción planetaria y la que al parecer tiene más aceptación, que es la identificación de aquella con la estrella Sirio, afirmación que  me parece un tanto peregrina, ya que desde que el hombre levantó la vista hacia las estrellas comenzó a conocerlas, a calcular las estaciones por el movimiento de los astros, y no creo que el conocimiento de Sirio se les pasara desapercibidos al ser la estrella más brillante en cierta época del año, además de ser usada por caminantes y navegantes como guía,  y menos para unos magos o sabios posiblemente vinculados a la observación nocturna desde generaciones. Voy a pasar por alto una última teoría más cercana al mundo del misterio, en la que aquella estrella pasaría ni más ni menos a ser un objeto volador no identificado, y es que si hacemos caso a que la estrella lucía tanto de día como de noche, se desplazaba junto a los Reyes Magos para guiarlos, y cuando llegan hasta el lugar de nacimiento, se detuvo…la conspiración está servida. Pero esto daría para otro artículo. En el siguiente os contaré el origen de una catedral.

Bibliografía:

  • Evangelio de San Mateo
  • Grau-Dieckmann, Patricia. Una iconografía polémica: los Magos de Oriente.
  • Calero Ruiz, Clementina. Los Reyes Magos. Origen e Iconografía. Su presencia en las artes plásticas y en el cine.
  • Romo Poderós, Irene. Lo sagrado y lo profano en los Reyes Magos. De la Edad Media a los orígenes.
  • Rodríguez, Héctos. La Estrella de Belén: una explicación astronómica – National Geographic
  • Pseudo Tomás. Evangelio de la Infancia
  • Evangelio árabe de la Infancia
  • Evangelio armenio de la Infancia
  • Orígenes de Alejandría. Contra Celsum (libro I)
  • Protoevangelio de Santiago

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