No es un secreto que la danza y la música tienen un efecto positivo en el ser humano, no solo a nivel físico, también a nivel mental. Se dice que bailamos y cantamos desde la prehistoria, tal vez con un significado mágico – religioso, o para transmitir historias y tradiciones, y lo hacíamos en los abrigos y cuevas. Tal y como añadía Juan Gómez Ruiz en su libro Las cuevas y sus misterios: «Las cuevas son el génesis donde han surgido todo tipo de misterios», y tiene mucha razón.
Me topé con la Danza de Tijeras por casualidad a través de un documento digitalizado sobre folklore. Empecé a ojearlo por encima y mis ojos automáticamente se quedaron fijos en una serie de párrafos en los que se relataba el supuesto origen de esta danza, y no pude dejarlo pasar.
Pero, ¿en qué consiste esta danza? La Unesco la describe así, ya que fue declarada en 2010 Patrimonio Inmaterial de la Humanidad:
…Esta danza ritual, que reviste la forma de una competición, se baila durante la estación seca del año y su ejecución coincide con fases importantes del calendario agrícola. La danza de las tijeras debe su nombre a las dos hojas de metal pulimentado, parecidas a las de las tijeras, que los bailarines blanden en su diestra. La danza se ejecuta en cuadrillas y cada una de ellas –formada por un bailarín, un arpista y un violinista– representa a una comunidad o un pueblo determinado. Para interpretar la danza, se ponen frente a frente dos cuadrillas por lo menos y los bailarines, al ritmo de las melodías interpretadas por los músicos que les acompañan, tienen que entrechocar las hojas de metal y librar un duelo coreográfico de pasos de danza, acrobacias y movimientos cada vez más difíciles. […]
Relatos sobre cuevas misteriosas o seres que salen o viven en cuevas hay muchos, pero no me había encontrado con que un ser que vive en una enseñe a danzar. Y digo ser, porque aunque en el relato se identifique como un niño humano, hay cosas que no me encajan. También he de añadir que de momento este es el único documento que he encontrado en el que se recogen estos orígenes, y que los demás que he ido leyendo no mencionan estos extraños relatos, pero como esto es un blog orientado a estas historias más fantásticas, debo contarlo.
El texto, que no deja de ser la recolección de testimonios de danzantes ancianos por parte del antropólogo peruano Juan de la Cruz Fierro en los años 80 del siglo XX, deja visible el carácter oral del aprendizaje de todo lo que rodea a esta danza.
Aunque en varios lugares puede variar el relato, el más extendido es el siguiente:
Se dice que un muchacho que vivía con su madre, y cuyos recursos eran escasos, se dedicaba a recoger leña en el campo para después venderla y poder sacar algo de dinero. Un día estaba recogiendo leña junto a un riachuelo y decidió parar a descansar. En ese momento, un niño de aproximadamente su edad, apareció portando unas tijeras en la mano, ejecutando con ellas unos hábiles movimientos junto a una extraña danza, y acompañado de una música rítmica. El joven leñador, animado por los pasos alegres y difíciles de aquel, se unió enseguida como si fuera un juego con un nuevo amigo, demostrando enseguida una gran destreza. El extraño niño danzante, al ver la habilidad de este, mostró su sorpresa, y se sumergió en el riachuelo dejando atrás las tijeras, desapareciendo en sus aguas. El leñador las recogió intrigado, y como si una fuerza dentro de él le indicara qué debía hacer, día tras día dedicaba un tiempo para seguir practicando esa danza, a veces solo, otras con este otro niño misterioso que aparecía por la vereda del riachuelo. La madre del muchacho, preocupada por las largas ausencias de su hijo, decidió seguirle un día, encontrándolo bailando solo. Al saberse sorprendido, le confesó que esa danza se la había enseñado un nuevo amigo que conoció junto a la corriente de agua. Tal fue la sorpresa de la madre al ver la destreza de su hijo, que decidió ofrecer a los organizadores de las fiestas del pueblo el espectáculo, quedando con ellos para que vieran una muestra del baile. El día que tenían que presentarse, su hijo, sin saber la razón, huyó para encontrarse con el enigmático danzante. Después de días de ausencia, la madre, preocupada, sabiendo dónde podría estar, se dirigió a la vereda del regato, encontrándolo con su amigo, que al verla llega, se marchó. Interrogando a su hijo sobre dónde se había ido, este le contestó que su amigo vivía en una cueva. Inmediatamente, la mujer guio al grupo de organizadores a aquella cueva. Según se iban acercando, podía intuir la música, que algunos relacionaron con las gotas de agua cayendo, y he aquí lo más misterioso: estos organizadores o mayordomos, se internaron en la cueva para conocer al niño danzante, pero solo uno fue capaz de vislumbrarlo entre la oscuridad con los extraños ropajes y esas tijeras que después se adoptarían en el baile, ejecutando los pasos alegremente. Los demás fueron incapaces de ver nada, tan solo percibían la música. Lo tomaron como algo mágico, sagrado, y el niño leñador fue invitado a reproducir la danza en la fiesta patronal.
Este es el resumen de la primera versión del origen de esta danza, pero hay otra, tal vez un poco más inquietante:
En la segunda versión recogida por el antropólogo, un joven huérfano decide abandonar su pueblo para encontrar trabajo en la ciudad. Para llegar tenía que cruzar parajes salvajes, ríos, pampas…Una noche, unas luces de colores le iluminaron el camino, y el muchacho siguió esta senda, entrando en una cueva sin darse cuenta. Una vez dentro, pasó días en los que parecía que iba a morir, comenzando a sentir en su desesperación que tiraban de él. Entonces gritó, y al gritar se hizo de nuevo la luz, y la música, reproducida por las gotas que se desprendían del techo de la cueva, llenó el lugar de una alegre melodía, y pudo ver cómo más jóvenes danzaban al compás de esa música, con vestimentas de colores y unas tijeras de la mano. La invitación a unirse a ellos no se hizo esperar, y tras varios días aprendiendo los pasos, fue liberado, continuando su viaje a la ciudad sin que dejara de practicar un solo día. Una noche su maestro danzante se manifestó en un sueño, indicándole que debía regresar un día martes a la cueva. Sin más tardar, puso rumbo para llegar a la cita, y en la entrada se encontró a su maestro esperándolo, procediendo enseguida a darle la bendición, bautizándole con el que sería su apodo de danzante, el cual no solo le serviría para ejecutar la extraña danza en las fiestas patronales, si no que, además, le protegería de cualquier peligro como un talismán.
En una última versión, y la que menos está redactada, apunta a que en los meses de primavera (septiembre y octubre) se abrían los cerros dando acceso a unas cuevas de las que salían niños danzantes acompañados de unas aves que con su canto entonaban una alegre melodía. El objetivo de estos pequeños seres que salían de las entrañas de la tierra era encontrar a otro niño para enseñarle los movimientos de la danza de tijeras. Los del ave era enamorar a alguna joven (pero esto es otra historia).
Da igual la versión, queda patente que la base es un ser que parece un niño y que surge de una cueva o de la tierra, pero muy distinto es el relato que se recoge de manera oficial, adjudicando el origen de la danza a la cultura Chanka, y que a la llegada de los españoles fue tildada de demoníaca al ver esos movimientos acrobáticos. Los danzantes acabaron recluyéndose en las montañas al saberse perseguidos por la Iglesia, regresando tiempo después tras jurar rendir tributo al cristianismo, de manera que se comenzó a ejecutar la danza en las fiestas patronales. Aun así, a día de hoy, todavía tienen prohibido pisar la iglesia cuando van vestidos de danzantes.
Que se relacione la danza con la cultura Chanka le da un toque más misterioso, ya que este pueblo fue conquistado por los Incas tras años de disputas, y a penas se sabe mucho de su cultura, o más bien culturas, ya que era un conglomerado de etnias, cada una con sus tradiciones y creencias, frente a la todopoderosa sociedad Inca, unificada y estructurada, documentada por los primeros conquistadores. Lo que sí podríamos decir, es que tenían un culto similar hacia la naturaleza, y que ciertos parajes, como lagos o cavidades, eran considerados lugares sagrados, y según su mitología, deidades asociadas a ellas las protegían, y a veces eran representadas como seres danzantes. Pero si buscamos entre sus relatos cristuras que provienen del mismo interior de las cuevas, podemos hablar de los Ukupacharuna, seres de un tamaño de 20 centímetros y similares a los humanos, asociados a la ganadería, ya que se encargaban de cuidar al ganado. Asociar a estas criaturas intraterrestres con la danza tendrían sentido, ya que varios investigadores apuntan a que surgió en el ámbito ganadero al asociar las tijeras a las que usarían los esquiladores.
Para terminar, no quiero dejar pasar algo que se comentó en el segundo relato: la adopción de un nombre de danzante. Cuando el aprendiz, tras años de prácticas, está listo, el maestro le adjudica un nombre de danzante que le acompañará hasta el final de sus días y por el que será reconocido, como una suerte de nueva identidad que solo adopta cuando se pone el traje para competir, como algo sagrado, y que seguramente sea un poso más de la resistencia de los pueblos prehispánicos para no olvidar sus raíces ante la llegada de los españoles, tradición que ha perdurado hasta el día de hoy.
Bibliografía:
La danza de las tijeras: youtube
https://ich.unesco.org/es/RL/la-danza-de-las-tijeras-00391
https://cedoc.sisbib.unmsm.edu.pe/biblioteca-digital/publicaciones-ishra/30
- Imagen de Guillaume Liauzu (Fuente:UNESCO)
2. Imagen de portada realizada por Juan Luis Godoy (Fuente:UNESCO) ↩︎
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