Me encantan las catedrales, sobre todo las de estilo gótico. Son tan inmensas y abrumadoras que es imposible no sentirte pequeñita ante semejante perfección y armonía. Relicarios gigantes, el cielo en la tierra, esa Jerusalén celeste hecha piedra para que los mortales puedan sentirse cerca de la divinidad. Al contrario de lo que se han convertido hoy en día, eran auténticos lugares bulliciosos en los que te podrías encontrar de todo, y cada una de sus partes te van contando su historia si sabes cómo leer.

En el artículo anterior os dije que os hablaría de una catedral, y es que enlazando con la historia de los Reyes Magos, que no termina en esa adoración ante Jesús, comienza otro capítulo del que encontramos retazos en apócrifos y leyendas posteriores, enlazándolo con otro mundo fascinante como es el de las reliquias.

Se dice, o más bien se inventa en una temprana Edad Media, que los Reyes Magos, una vez se marcharon de Belén y se libraron de presentarse ante Herodes, tal y como habían acordado con él para que les revelara el paradero de ese rey de los judíos, se dedicaron a predicar por todo oriente ese mensaje de esperanza, recibiendo el bautismo y hasta siendo nombrados obispos por Santo Tomás, quien predicó por estos territorios, falleciendo en la India. Según este relato, los dos magos más ancianos seguirían con vida tras la muerte y resurrección de Jesús, por lo que deberían contar con  una gran longevidad, o de lo contrario las piezas no encajarían, aunque la historia no tendría la obligación de contar con una gran rigurosidad, solo lo suficiente para lograr su objetivo: poner en la mira del mundo conocido a la ciudad de Milán. Y es que, en época de Constantino I, su madre, Santa Elena, se obsesionó con la búsqueda de las reliquias relacionadas directamente con la Pasión de Cristo, comenzando una peregrinación a Tierra Santa que terminó con el hallazgo de la Santa Cruz. En esos años de búsqueda y recolección de otras reliquias, recibió un sarcófago con tres cuerpos pertenecientes a los Reyes Magos.  Un buen día, el obispo Eustorgio de Milán se presentó ante Constantino para que hiciera oficial su cargo y se hizo con la santa reliquia de los Reyes Magos, llegando orgulloso a Milán con ella, donde permanecieron hasta el siglo XII, cuando las tropas del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Friedrich I, en sus constantes disputas con el papado y los tira y afloja de Bizancio, entraron en la ciudad saqueándola y llevándose la reliquias a Colonia, donde permanecen hasta día de hoy.

En el momento en el que dichas reliquias pisaron aquel territorio comenzó una devoción popular a los magos y se les asignó una serie de protecciones para diferentes cuestiones, como la lucha contra los maleficios o a ellos se encomendaban los peregrinos y taberneros, por no decir también que son los patrones del gremio de fabricantes de cartas; y tales reliquias no podían estar en cualquier lugar, por lo que en el siglo XIII se comenzó la construcción de una nueva catedral destituyendo la anterior de época carolingia, pero mirando ya hacia los modelos franceses de altos muros y vidrieras que proyectaban esa luz irreal al interior del edificio, convirtiéndose en un centro de peregrinaje. Tan importantes fueron para la ciudad, que podemos encontrar la huella de los Reyes Magos en su escudo con la presencia de tres coronas.

Casi al mismo tiempo que la construcción de la catedral, se decidió dotar a los cuerpos de mayor dignidad, ordenándole al orfebre Nicolás de Verdun la elaboración de un relicario de plata dorada, esmaltes y piedras preciosas con un estilo arquitectónico y una rica iconografía que gira en torno a la Epifanía, donde los restos aguardarían los avances de las obras para ser depositados en el lugar asignado para ellos.

La construcción del edificio tuvo un parón a partir  del siglo XVI cuando se quedaron sin fondos para continuarla, y ante una falta de inyección de capital de las autoridades eclesiásticas, permaneció sin terminar hasta que en el siglo XIX, con el resurgir del patriotismo alemán bajo el sentimiento romántico de la época, decidió terminarse ya en un estilo neogótico bajo la dirección de Sulpiz Boiseerèe, siguiendo la corriente de Karl Friedrich Schindkel, consiguiendo convertirla en la edificación gótica con las torres más alta de Europa; y así permaneció, siendo el orgullo de Alemania, hasta que en la Segunda Guerra Mundial una bomba destruyó una de las torres. Afortunadamente el resto del edificio continuó en pie, hasta una nueva restauración que le devolvió su esplendor. En el interior, el diseño tenía un lenguaje claro: el objetivo principal era que aquellos que se sentaran en el coro, situado entre el crucero, donde se encontrarían las reliquias de los Reyes Magos, y el altar, consagrado a la Virgen María, pudiera formar parte de la adoración, de esa Epifanía constante y eterna. Y si usted era un gentil, alguien  de renombre, podría tener la oportunidad de tener contacto con los huesos pinchándolos con una varilla de oro para su mayor gloria y bendición.

Para finalizar, dejemos atrás las reliquias de los Reyes Magos y su catedral, y aunque el lugar de reposo sea más humilde – que no sin importancia, ojo – hagamos una mención patria a otras reliquias relacionadas con la Epifanía, concretamente la de los pastores que presenciaron el nacimiento del Niño Jesús, conservadas en la Iglesia de San Fernando en Ledesma (Salamanca). La leyenda cuenta que un caballero llamado Micael Dominiquiz, natural de la villa de Ledesma,  encontró un misterioso cofre en Tierra Santa mientras participaba en Las Cruzadas, y al abrirlo pudo comprobar que aunque no había un tesoro,  había algo más valioso: los restos óseos de los tres pastores de Belén junto a sus zurrones y tijeras de esquilar, y un testimonio escrito con sus nombres, para que no quedara ninguna duda.  De vuelta a casa se llevó los restos con él, depositándolos en la desaparecida iglesia de San Pedro, donde permanecieron hasta que fueron trasladados a la nueva ubicación. Poco a poco se fue perdiendo el culto y también alguno de estos restos por el camino, ya que hay crónicas del siglo XVII en las que se lamentan del estado y de los hurtos de varios de estos huesos. A pesar del cruce de leyendas presentes en esta localidad que contradicen que estos restos sean de los pastores de Belén, atribuyéndolos  a los de dos (que no tres) pastores de la villa que murieron a la vez en extrañas circunstancias junto a la ermita de Santa Elena, haciendo que las campanas tañeran solas avisando de la tragedia , la veneración de estas reliquias estuvo en auge durante un tiempo, registrando algún que otro milagro atribuido a las mismas y contando hasta con una cofradía aprobada por el mismísimo papa Inocencio XI, desaparecida en el siglo XVIII . Hoy en día siguen aguardando en la misma iglesia pasando desapercibidos, tal vez esperando con la paciencia del tiempo a que el foco vuelva sobre ellos, aunque solo sea de personas que, como yo, se asomen con la curiosidad de poder estar presenciando algo único. Y si es verdad que obraban el milagro de la lluvia, que llueva, que llueva…que buena falta nos hace.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Grau-Dieckmann, Patricia. Una iconografía polémica: los Magos de Oriente.
  • Martín, Raúl. Mitos, leyendas e historias prodigiosas de la tradición salmantina.
  • https://reliquiosamente.com/2020/10/14/relicarios-fantasticos-el-relicario-de-los-reyes-magos-en-colonia/

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