En este primer artículo que inaugura el blog me gustaría hacer hincapié, y ya de paso contaros un poquito y de la manera más amena posible, de dónde surge mi locura y mi pasión.

Todo este rollo que voy a soltar me vino a la mente al ver la última noticia sobre la investigación de la famosa señal Wow!, de la cual hablaré, si tengo ocasión, más adelante en otro artículo. Me centraré en la palabra, o más bien en cómo está escrita, en los trazos y redondeces, con esas pequeñas casi volutas en la primera uve doble. Me dio cierta rabia, porque no entiendo por qué se ha dejado de escribir bonito, al menos en mi caso, que empecé a desfigurar mi caligrafía en el instituto y en la carrera directamente se convirtió en un galimatías que a veces me cuesta hasta leer. Parece que escribir a mano ya es algo casi antiguo, reservado a nostálgicos y opositores. Todo lo demás ya está adornado con las miles de fuentes que ofrece el mundo digital.

Hice memoria para intentar recordar cuándo fue la última vez que escribí con cierto arte y mimo, cuando mis letras cuidadosamente trazadas recibían felicitaciones y hasta me proporcionaba algún diez en la nota reservada a caligrafía, y tirando del hilo llegué a 5º y 6º de primaria, antes de que la gente siquiera pensara en el efecto 2000.

Don Bombi, así le llamábamos, no por maldad, porque le teníamos respeto, pero ya sabéis que poner motes a los profesores se hace desde que el mundo es mundo (seguro que Sócrates tenía alguno) (Sí, lo acabo de mirar en Wikipedia, y el apodo era Tábano…). En fin, Don Bombi era un profesor apasionado, enamorado de su profesión, a los que debías llamar de usted y que aún llevaba esas chaquetas de lana con los refuerzos en los codos. Él nos enseñó a escribir con trazos cuidados y decorados con virguerías, haciéndonos ver que las letras no solo servían para formar palabras y dar un mensaje, también importaba el cómo y la presencia. Llegados a este punto, tiré más del hilo, y retrocedí  otros dos cursos más, 3º y 4º de primaria.

Doña C., mujer de don Bombi, también profesora apasionada que nos intentó inculcar el bello arte de juntar palabras y que no cometiéramos faltas. Hasta nos animó a escribir rimas (en aquella época me dio por hacer rimas facilonas y las exponía en el corcho de la clase sin la vergüenza que arrastro ahora), pero yo ya tenía la espinita de querer dedicarme a escribir. De aquella época es mi primer intento de novela (o relato corto más bien), el cual todavía conservo encuadernado con mimo por mi padre con dos cartulinas amarillas, y corregido con lapicero rojo por mi madre. Pero sigamos.

1º y 2º de primaria. Doña Amelia. Ella creo que fue la primera en ver mi potencial. No sé qué haría, porque ya me quedan muy lejos esos días en la memoria, pero el día que se jubiló me regaló un libro dedicado, el único ejemplar de Pesadillas que poseo. Hasta guardo el papel en el que lo envolvió. Pero si queremos realmente profundizar del todo en el origen de esta pasión, hay que pasar por parvulitos.

Adoraba a mi señorita Sole, y ella me adoraba a mí, pero mi madre siempre me cuenta que yo empecé antes que los demás a leer, por lo que mi profe le dijo en una reunión que dejara de enseñarme para estar al nivel de la clase, y es que, si ahora todavía es complicado acompasar a los alumnos de un mismo aula para que todos vayan a la par, o estimular de manera adecuada a alguno que pueda destacar para que no decaiga su potencial, imaginaros con la educación de antes, más severa con quien despuntara en algo, aunque fuera la cosa más ínfima. Pero mi madre, lejos de hacerle caso, siguió enseñándome, porque sinceramente (nunca me lo ha dicho pero lo sospecho), creo que estaba un poquito cansada de leerme cada noche el mismo cuento (La zorra y las uvas. Aún lo conservo). Por lo tanto, queridos lectores, mi pasión por las letras es posiblemente fruto de un hartazgo.

Así que llegados a este punto, tal y como se dice, es de bien nacidos ser agradecidos, así que allá va:

Gracias Ma, la semilla que sembraste entonces está empezando ya a germinar. Y también gracias a mi Pa, del que sospecho que heredé la parte creativa y resolutiva a lo MacGyver, y mi amor por la naturaleza.  

P.D. Otro día os contaré de dónde viene mi pasión por el mundo del misterio. Incluyen momias.

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